viernes, 14 de octubre de 2011

El excesivo poder de la banca

Entre las muchas consecuencias que cabe sacar del hundimiento de Nueva Rumasa cabria señalar la (a todas luces) excesiva dependencia de la empresa española en general con respecto a la banca.

Aún admitiendo tanto el hecho de que el Sr. Ruiz Mateos no es un cliente fácil, como que el grupo Nueva Rumasa pasaba por un delicado momento, es difícil de aceptar la circunstancia de que un banco, que sabe que es su principal fuente de financiación, el que concentra más del 50% de la deuda financiera y comercial del grupo, y que, por tanto, de él depende (sin ninguna duda) la continuidad del mismo, no sólo le corte de un día para otro el crédito, sino que además le obligue a cancelar más de la mitad de la deuda. Decisión que de hecho equivalía al cierre del grupo y con ello a poner en grave riesgo los puestos de trabajo de sus más de 10.000 empleados, la continuidad de sus proveedores y los ahorros de más de 5.000 pequeños ahorradores que habían invertido en la compra de títulos de deuda del grupo, ilusionados con las altas rentabilidades ofrecidas.

Difícil de aceptar, la draconiana decisión del Santander, más, si cabe, en un momento como el actual, donde las cosas no van ni tan siquiera medianamente bien para nadie y en el que la banca española pasa por difíciles momentos, seguramente, todavía peores que los que atravesaba el grupo Nueva Rumasa, y que ha visto como era rescatada gracias a la inyección de enormes cantidades de dinero público, que, por cierto, en alguna medida es dinero tanto de Nueva Rumasa como de sus empleados, proveedores e inversores.

En cualquier caso, como decíamos, es difícil de aceptar el que la continuidad de una empresa, pequeña o grande, dependa de la decisión de un banco y menos de la de una persona, pues sabido es que en el caso del Santander la decisión del Sr. Botín es poco menos que incuestionable.
Si bien entendemos que cuando un banco pierde la confianza en un cliente debe procurar por todos los medios salvar su inversión, y ello se logra a base de ir reduciendo sus posiciones, lo que no es de recibo es que la reducción sea tan drástica, como la que se ha producido en este caso. Estrategia ésta que, a no dudar, es bien conocida por el Sr. Botín que, no en vano, es el primer banquero de España, de ahí que, visto como se ha producido el caso, a nadie se le oculta que en la decisión de D. Emilio han pesado, y mucho, motivaciones de índole personal y es ahí donde es criticable su decisión. Más aún, entendemos que el caso Santander-Nueva Rumasa es algo así como la historia de la relación entre un banco y un cliente que jamás se debería dar y que, sin embargo, se da con excesiva frecuencia, con total desprecio hacia los intereses del personal de la empresa, proveedores y resto de acreedores.

Es cuanto menos difícil de aceptar tanto el enorme poder que tiene la banca dentro del escenario empresarial actual como el, a la vista ésta, mal uso que, en muchos casos, está haciendo de su privilegiada situación. Entendemos justo que la banca vele por sus intereses, pero no que lo haga de una forma salvaje, antisocial y, además, contra todas las reglas de la ortodoxia bancaria.

Algo habrá que hacer para que casos como el que nos ocupa y el que sufren otras muchas pequeñas y no tan pequeñas empresas no tengan lugar. Algo tendrá que decir el Banco de España ante estos hechos, ya que no sólo debe velar por la transparencia y salud de nuestras entidades financieras, labor que, por cierto, lleva a cabo con una más que discutible eficiencia, sino también para que éstas presten a sus clientes el servicio que están obligados a dar.

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